domingo, 19 de octubre de 2008

viernes, 8 de febrero de 2008

DEFINIENDO LA TRANSMODERNIDAD

por José Jesús Villa Pelayo

La Transmodernidad es una época de incertidumbre. Ha nacido de la crisis histórica y descomposición de la estructura cultural, política, económica, moral y espiritual de la postmodernidad, a la cual trasciende. Se trata de un tiempo de anomalías, gobernado por el caos, el cinismo, el posthumanismo, el hominismo, el egoísmo, la biotecnología, la guerra global, el neogótico, el neognosticismo, el titanismo prometéico, la amoralidad anticrística, las grandes simulaciones y paradojas, la cultura del monstruo, los antihéroes, el transgénico, las revoluciones de terciopelo, el fin de la globalización, el retorno del Estado Nacional, el estallido de la burbuja financiera; por el cambio climático y el calentamiento global, el fin del petróleo, la escaces de alimentos; por el auge y caída del unilateralismo; por el choque y encuentro de civilizaciones.

El superhombre es el mito de la Transmodernidad.

La Transmodernidad es engendro del 11 de septiembre, sobre cuyas cenizas se yergue. En ella se cruzan la modernidad y la postmodernidad, porque es también la época del Nuevo Renacimiento. Ha sido procreada por anomalías en el seno histórico de la postmodernidad que es, en definitiva, el esqueleto y estructura sobre la cual se levanta el edificio transmoderno.

La Transmodernidad es también un tiempo de pastiches y neomitologías. El nuevo paradigma de lo humano y una invitación al transhumanismo.

sábado, 28 de julio de 2007

América Latina, el Nuevo Orden Mundial y los hijos de un Dios Oscuro

por José Jesús Villa Pelayo

“Estamos al borde de una transformación global.Todo lo que necesitamos es la más grande de las crisisy las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”
David Rockefeller

I
América Latina perfila su rostro, mira el Basilisco [en miniatura del Bestiario de Oxford]; observa el advenimiento del “Nuevo Orden Mundial” (NWO, por sus siglas en inglés). Se halla a la defensiva, atada de manos, desdibujada por el pillaje. Ha sido despojada de sus tesoros, reliquias y tradiciones. Chalchihuitlicue ya no anda por las selvas. Atahualpa es otra vez asesinado. El “Nuevo Orden Mundial” no es más que un camino de cardos, púas y lacerías, pavimentado y trazado por los centros de poder mundial y regional en contra de la humanidad. El “Nuevo Orden Mundial“ es la solución final para los habitantes del planeta, la depopulación, orquestada desde las altas esferas del gobierno mundial invisible y sus mascarones de proa y verdugos: las corporaciones transnacionales. Exxon Mobil, American Telephone & Telegraph Co., ChevronTexacoCorp., Chase Manhattan Bank, Royal Dutch Shell, Westinghouse Electric Corp., The Coca Cola Co., Lehman Brothers, General Electric Co., son algo más que nombres que deambulan a través de los pasillos de Wall Street. Tras ellas [junto a ellas] jefes de Estado, empresarios, ministros de la economía, banqueros, hombres de negocios, nobles, aristócratas, políticos, altos ejecutivos, militares, intelectuales [portadores todos de la llama tecnocrática y plutocrática]; quienes han decidido controlar el mundo desde los espléndidos salones de sus villas y palacios en Norteamérica, Europa y Japón; desde el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Maastricht y el estruendo de los misiles tomahawk.
El “Nuevo Orden Mundial” es el fatídico y más reciente organigrama político, económico, social, tecnológico y militar contra el planeta. Un engendro [simulacrum] creado e impuesto por un minúsculo número de familias y clanes en las regiones hiperdesarrolladas del globo. “Los dueños de la tierra -escribe Ignacio Ramonet- nunca fueron tan pocos ni tan poderosos”.El “Nuevo Orden Mundial” está construido sobre mentiras, propaganda negra y operaciones de guerra psicológica. Aspira edificar una “aldea global” sin ideologías, sin Estados nacionales, sin soberanías, sin derechos y garantías sociales, sin industrias básicas y públicas, a través de sus “programas de ajuste estructural”; un “Nuevo Orden” escatológico, primario, gobernado desde y para el caos; desde y para la Comisión Trilateral, Bilderberg, el Comité de los 300, el Club de Roma [y su “alto al crecimiento”], el Foro Económico Mundial, el Consejo de Relaciones Exteriores, las enseñanzas del Massachusetts Institute of Technology (MIT), el pensamiento único social-liberal, el monetarismo friedmaniano, la sociedad postindustrial, la sociedad post humana y el universo de los Morlock sobre los Eloi. En la gran mesa del festín humano, los países del Tercer Mundo sobran; los verdaderos dueños de las riquezas, los recursos naturales y las materias primas, sentados bajo la mesa, no son más que mendigos, “comensales inútiles”.
“...las armas de destrucción masiva en Iraqfueron sólo un pretexto burocráticopara lanzar la guerra por el petróleo
Paul Wolfowitz
II
Las corporaciones transnacionales, guadaña en mano, han comenzado una guerra que sus operadores políticos e intelectuales [como Robert Kagan, Richard Perle, Paul Wolfowitz, Francis Fukuyama o Samuel Huntington] han llamado, infeliz e impropiamente, “guerra contra el terrorismo”. Empero, se trata de una excusa, de un insólito pretexto que los centros de poder han articulado [y vociferan] en nombre de la “libertad”, “la democracia”, las ganancias, el mercado y la “voluntad de dominio” [para utilizar una expresión de Nietszche]. La idea de la muerte de los Estados nacionales se conjuga perfectamente con la idea del nacimiento de los Estados corporativos. Han estimulado la formación del “Mercado Mundial”, “la interdependencia” y el proceso de “cesión de soberanías”. Lo decía Edmond de Rothchild de la siguiente manera: “La estructura que debe desaparecer es la nación”. Y Zbigniew Brzezinski [ideólogo de la Comisión Trilateral con Henry Kissinger]: “...en nuestros días, el Estado-Nación ha dejado de jugar su papel”. En otras palabras, los distritos financieros están doblando [curvando] el mundo, como hacen los agujeros negros cuando atraen hacia sí y engullen cuanto se les acerca. Intentan, pues, transformar el mundo en un conjunto poco menos que informe de Estados corporativos [con fronteras imaginarias] unidos por la economía de mercado, el dólar, las rutas comerciales, los capitales golondrinos, los oleoductos, los gasoductos y las bases militares. Alice’s Adventures in Bundesbank. Una enorme aldea con algunas metrópolis y muchas provincias gobernadas por procónsules. Iraq, Afganistán y todos los protectorados y pseudoprotectorados de la Tierra. Carterpillar, Saint-Gobain, Hewlett-Packard, Cummins, Bechtel, Mitsubishi, Gibbs, Sony, Nippon Steel, Fiat. El planeta se está convirtiendo, lentamente, en un gigantesco y apetitoso mercado cuya locación es la geografía mundial y en el que las multinacionales pretenden colocar, a toda costa, sus productos, capitales e intereses. Para ello, necesitan reorganizarlo geopolíticamente. Se trata del “antiguo reparto”, pero esta vez no de territorios sino de mercados, fuentes de energía directa y zonas de influencia. Los centros de poder mundial y sus corporaciones transnacionales son, en realidad, países sin territorio en busca de regiones en las cuales establecer sus gobiernos y organizar sus cuarteles generales. Su diáspora parece haber terminado. El objetivo: apoderarse del planeta; necesitan, por supuesto, destruir los Estados nacionales a través de la globalización [mundialización] e intervenir en el comportamiento económico, político y social de los países a través del neoliberalismo. Según Ignacio Ramonet: “La globalización no aspira tanto a conquistar países como a ganar mercados”. Quieren empresas básicas, institutos de seguro social, aerolíneas, autopistas, hospitales, agua, calles, árboles, edificios, todo.
De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacionalque se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberaníade una élite mundial de técnicos y hombres de finanzas”
David Rockefeller
III
Las masas tectónicas del continente geopolítico se están desplazando. Con el fin de la guerra fría, la “aldea global” se deconstruye –para utilizar con alguna frivolidad el término de Derrida- como una nueva forma de ordenación del mundo, planificada por los núcleos oligárquicos del poder mundial. El ritmo actual de la deconstrucción impone una acelerada agitación del universo político del globo: fragmentación/recomposición estructurada en la medida de los intereses de las empresas multinacionales.
La caída de la Unión Soviética y del Muro de Berlín consolidó la hegemonía de la sección anglo-norteamericana de los distritos financieros. Y la colocó a la cabeza de la ejecución del programa económico, político, social, cultural, tecnológico y militar de los “centros de poder concentrado”-como los llamara Noam Chomsky-. Hoy representada, en los estados Unidos, por “El Proyecto para un Nuevo Siglo Americano” [The Project for the New American Century] y los neoconservadores cabalistas. La deconstrucción geopolítica no es más que el producto de la angustia anglo-norteamericana [en medio del actual desastre de la economía estadounidense] ante la inminente pérdida de las fuentes directas de energía. Según G. John Ikenberry [en uno de sus artículos de la revista “Foreign Affairs”]: “Por primera vez desde los albores de la guerra fría, una nueva línea estratégica está cobrando forma en Washington. Su impulso inicial y más directo es la reacción contra el terrorismo, pero también constituye una visión más amplia de cómo Estados Unidos debería ejercer el poder y organizar el orden mundial”.
Para lograr estos fines debían hundir el dedo en la llaga de los grandes conflictos regionales; utilizar [y manipular] la multilateralidad, la revolución informática, los mass media y el derecho internacional; utilizar todos los medios de control social y vigilancia posibles; globalizar y estandarizar la información, con lo cual han conseguido enajenar a la humanidad. Crean [construyen] matrices de opinión, banalizan la política internacional, confiscan las leyes de cada país y desmitifican el concepto, aparentemente insignificante, de “soberanía” para asegurar la formación del “Gobierno Mundial” y forzar el advenimiento del “Nuevo Orden Mundial”.
“La pobreza es para los ricos una anomalía...”
Walter Bagehot
El paradigma político y social de América Latina se está alterando, repentina y gradualmente [apenas importa la paradoja]. En el vientre de la Venezuela controlada por la socialdemocracia y la democracia cristiana [operadores políticos de los centros de poder mundial y regional] se estructura una “anomalía”, una “irregularidad”. Se ha producido una “crisis” en el sistema, en el paradigma [para invocar el lenguaje de T.S.Kuhn]. En febrero de 1989, una masa más o menos informe, no organizada [pero articulada por la historia] toma las calles de la ciudad de Caracas y la saquea. Se trata del llamado “Caracazo”. Y en febrero del año 1992, un grupo de comandantes del ejército se rebela militarmente contra el gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez. Aparece entonces la “anomalía”, se expresa, se objetiva. Aparece Hugo Chávez y la “Revolución Bolivariana”, probablemente el mayor y más importante evento político de la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica. La crisis comienza y los signos del nuevo paradigma político y social de Venezuela se manifiestan. Andan por allí, en las calles, en los labios del pueblo, en las imágenes que emergen de la nueva iconografía, en desconocidos marcos de referencia. El viejo paradigma ha sido herido de muerte. Las estructuras políticas cambian, poco a poco, pero explosivamente. En 1998, con la opinión pública y el voto popular a favor, quizás como nunca antes en nuestra historia, Hugo Chávez gana las elecciones [en medio de la resistencia de los centros de poder, que organizan un frustrado y secreto golpe para el día de los comicios]. El viejo paradigma se resiste. Lo ha hecho durante cinco años. Sin embargo, el país, el lenguaje, los símbolos, el orden social, las jerarquías, las palabras, la visión de los fenómenos políticos, de los hombres de poder, la apreciación popular hacia los mass media y las instituciones han cambiado radicalmente. Los nuevos gobiernos en el Brasil, Argentina y el Paraguay denuncian la expansión de la “anomalía”. Chávez, Fidel, Lula, Kichnner, los más recientes acuerdos regionales y la declaración del "Alca Light" anuncian cierto giro hacia la Confederación [el sueño de Bolívar], hacia la construcción de un bloque de poder político y económico apenas imaginable. El nuevo paradigma político y social [en medio del golpe de Estado del día 11 de abril del año 2002; del saboteo petrolero, patronal, en el mes de diciembre del año 2002 y enero de 2003, y el prolongado golpe económico de estos días] se ha consolidado definitivamente. Fenómeno, anomalía, alteración, efecto, consecuencia, producto, la “Revolución Bolivariana” figura la nueva realidad política de América Latina, en cuyo seno nace como consecuencia de la descomposición de los centros de poder regional. Por ello, Hugo Chávez es un hombre a contracorriente. La “Revolución Bolivariana” nace paralelamente con el advenimiento del “Nuevo orden Mundial” [con la invasión de Panamá, a finales de 1989, y de la “Guerra del Golfo Pérsico”, a comienzos del año 1991, durante la administración del Presidente George Bush padre].El Gobierno Mundial de los distritos financieros que quiere establecerse, de inmediato ataca la “anomalía”. Se trata de un virus que debe ser destruido. El Basilisco intenta neutralizarlo e interviene: desestabiliza social, económica y políticamente el país; intenta controlarlo socialmente, lo vigila, lo manipula a través de la propaganda negra y las operaciones de guerra psicológica. Instrumenta black ops. [Operaciones negras]; fragua golpes de Estado, coloca destructores y portaaviones frente a nuestras costas; organiza saboteos petroleros y “escuadrones de la muerte” [los corderos caminan hacia el sacrificio]. Estos “hijos de un dios oscuro” [en Norteamérica, Europa y Japón] son capaces, en realidad, de cualquier atrocidad. En el “Nuevo Orden Mundial” hay una herida: se trata de Hugo Chávez y la “Revolución

jueves, 7 de junio de 2007

Los plácidos 90s

por José Jesús Villa Pelayo

Está claro para todos que los plácidos años '90 terminaron. Y terminaron de manera abrupta y terrible, el día 11 de septiembre del año 2001. El adjetivo plácido puede llamar a engaño o inducir a error, porque, en realidad, durante los plácidos 90s tuvimos una guerra fratricida y despiadada en Yugoslavia; presenciamos, a comienzos de los noventa, lo que algunos años atrás parecía imposible: la disolución inesperada de la Unión Soviética, en 1992, y de todo el bloque de países bajo su órbita, tanto en Europa del Este como en Asia Central; asistimos al fin del Pacto de Varsovia, con todas sus consecuencias y entretelones, y al auge del mundo trilateral que había sido diseñado y tejido, con paciencia y empeño, a través de muchísimos años, por el fabianismo internacional. Lo que Ignacio Ramonet ha llamado la "Tríada" (el gobierno mundial de la élite norteamericana, europea y japonesa, con los Estados Unidos como primus inter pares), que alcanzó un cénit inusitado durante el gobierno del Presidente Bill Clinton. Pero también, en estos tal vez mal llamados plácidos 90s, se produjo la Guerra del Golfo, conflicto que presagiaba y auguraba el provenir más o menos inmediato de la humanidad. Observamos, con incredulidad, el fin de la idea, poco realista, de la divinidad y omnipotencia del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica, tanto en Somalia, durante el famoso episodio que todos recuerdan como “Black Hawk Down” (la Batalla de Mogadishu), por el filme del laureado director británico Ridley Scott, como en Kosovo, guerra durante la cual unos milicianos kosovares pro serbios derribaron un avión espía F-117 Nighthawk, lo cual parecía también imposible. Así es que, en pleno auge de la "Tríada", en pleno apogeo de la Globalización, corriendo los Tiempos Postmodernos, de manera repentina y aterradora, son derribadas las Torres Gemelas del World Trade Center (Centro Mundial de Comercio), el 11 de septiembre del año 2001, cuando se pensaba que los plácidos 90s serían eternos, cuando dormíamos tranquilos bajo la calidez de los centros comerciales postmodernos, bajo el amparo de la Aldea Global (el boabab que a todos nos cobija) y por el cual no sentíamos miedo, advino sobre la Tierra un evento cataclísmico. El 11 de septiembre temblaron los cimientos de la civilización occidental, como si la Torre de Babel, el gran Zigurat, se hubiera desplomado y transformado en miles de millones de metros cúbicos de polvo, que simbolizaba el futuro de la civilización. Este meteorito sobre Occidente conmovió los cimientos del planeta. El mundo jamás podrá ser el mismo. Las magnitudes de este cambio son poco cuantificables hoy en día, pero la realidad y el desarrolllo de los eventos posteriores revelan el impacto del golpe sobre la humanidad. Pocos eventos pueden producir cambios civilizatorios. El derribamiento de las Torres Gemelas lo hizo. En consecuencia, los plácidos 90s parecen hoy un sueño lejano. Y auque en realidad fueron poco plácidos, a todos nos alcanzó la Internet, la televisión por cable, las grandes cadenas de noticias, como la CNN, y la guerra televisada, sin muertos.

martes, 5 de junio de 2007

domingo, 27 de mayo de 2007

Asesinando a Antígona

por José Jesús Villa Pelayo

Después del 11 de septiembre, advino sobre la Tierra, como una tromba repentina, un nuevo orden mundial desolador. Ya, en diciembre del año 2000, cuando muchos advirtieron que las elecciones para elegir al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica habían sido un fraude; se mostraban al público mundial los rasgos fundamentales del gobierno que tomaba el poder político en Washington.

Los Neoconservadores o Neocons (como se les ha llamado) representan algo más que un nuevo estilo de gobernar. Se trata de una secta fundamentalista compuesta por ex trotskistas, cabalistas y fanáticos ultra-conservadores que bebieron del cáliz ideológico de pensadores neo-hobessianos (seguidores de la doctrina secreta de Platón) como el profesor Leo Strauss o Allan Bloom, entre otros.

Fervientes cultores del “caos controlado”, los Neocons son depredadores, la materialización y humanización del cinismo y violación de la Ley Natural, en todas sus variantes, epitomados en el ahora famoso “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano” [Project for the New American Century]. Y aunque la secta se ha venido a menos en los últimos dos años: el escándalo del ex presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, es, en realidad, sólo la guinda de la torta; todavía conserva una poderosa influencia política e ideológica en la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono.

Los romanos distinguían, sabiamente, entre dos formas de derecho según su fuente, el Ius, que no era más que el Derecho Humano, y el Fas o el Derecho Divino. Ellos entendían la diferencia obvia entre la Ley de los Hombres y la Ley Natural. Algo que hoy en día resulta difícil de percibir con claridad, aún entre los más perspicaces filósofos del Derecho.

En estos días, durante los cuales vemos con estupor el bombardeo inclemente de la aviación israelí sobre la franja de Gaza. Y observamos, con desconsuelo e impotencia, en julio del año pasado, cómo el gobierno del partido Likud devolvía a la ciudad de Beirut a la Edad de Piedra y el 30 de ese mismo mes uno de sus aviones F-16 asesinaba a más de 25 niños en un edificio de la bíblica ciudad de Caná; cuando, también con indignación, observamos los bombardeos sobre las ciudades afganas, después del 11 de septiembre, sobre Bagdad y la destrucción de Falujah (durante la Batalla de Fallujah); entendimos que la Aldea Global (permítaseme el término de McLuhan) estaba dado un giro impredecible hacia la violación reiterada de la Ley Natural.

Antígona representa la Ley Natural ante el tirano Creonte que, en la tragedia de Sófocles, ha dictado un decreto según el cual el cuerpo de Polinices, hermano de Antígona e hijo de Edipo, no reciba honras fúnebres. En la Ilíada, Homero hace retrato de esta tradición que desconoce y viola, de manera descarada y cruel, la Ley Natural. Todos recordamos que Aquiles, bajo la esfera de influencia de Agamenón, deshonró el cuerpo muerto de Héctor. Y el mismo Agamenón había ofrecido a su hijo Ifigenia en sacrificio a Artemisa para que los barcos aqueos pudieran zarpar hacia la ciudad de Troya.

Así como Creonte y Agamenón, prototipos del tirano despiadado, a quien poco le importa la vida humana, el presidente Bush y su círculo íntimo y familiar de Neocons han perdido todo respeto por la vida humana, por el cuerpo humano, recuerda a aquellos “asesinos por naturaleza” de la epigramática película de Oliver Stone. Este Nuevo Orden Mundial que, repentinamente, sobrevino sobre la Tierra, es imagen y símbolo del asesinato legitimado.

Pero el gobierno del presidente Bush no solamente gusta de irrespetar la vida humana y con ello la Ley Natural, es degustador del flagelo de los prisioneros de guerra y constante y acérrimo violador de la Convención de Ginebra. En Abu-Graib quedó demostrado, también en Guantánamo, esta baja inclinación moral del gobierno que lidera George W. Bush. Además, el ahorcamiento de Saddam Hussein, en diciembre del año 2006, y aquellas palabras, días después, pronunciadas por el presidente Bush: “Hubiera preferido que la muerte de Husseim hubiese sido más digna” prueban la naturaleza descarada, cruel y cínica de los Neoconservadores Cabalistas. El mismo André Glucksmann no escribió: ¿”Occidente cierra los ojos, pero hay gente dispuesta a degollar y a filmarlo”?

Para un filósofo, como el profesor Leo Strauss nada de esto podía resultar extraño. De hecho, Strauss postulaba ideas neo-hobbesianas y evidentemente malvadas como “la norma de la vida política puede encontrarse íntimamente vinculada al engaño’’, ‘’el género humano es intrínsecamente perverso’’ o ‘’Si no existe una amenaza externa tiene que ser creada’’.

Antígona es asesinada todos los días, en Bagdad, en Guantánamo, en Abu-Graib, en Basora, en Beirut, en la franja de Gaza, en Caná, en Fallujah. Es asesinada cuando el gobierno de los Estados Unidos ignora el Protocolo de Kyoto y mira con desprecio el cambio climático global. Es asesinada cuando el gobierno de los Estados Unidos aborrece la Corte Penal Internacional y aboga por la inmunidad absoluta de sus soldados alrededor del planeta. Asesinar a Antígona es, en definitiva, exterminar la Ley de los hombres y la Ley divina.





miércoles, 2 de mayo de 2007

El Nuevo Orden Mundial post 11 de Septiembre

por José Jesús Villa Pelayo


El 11 de septiembre el mundo cambió para siempre, la humanidad entró en una profunda y severa crisis cuyas consecuencias y rasgos distintivos apenas comenzamos a entender, a visualizar. Un evento cataclísmico conmovió, de manera definitiva, los cimientos del orden mundial que había nacido con la caída del muro de Berlín. El siglo más sanguinario y cruel (el siglo XX) fue el proemio de estos horrores futuros, de los Tiempos Transmodernos que, repentinamente, advinieron sobre la Tierra el 11 de septiembre.
Ese fatídico día no fue más que el preámbulo, la metáfora y el símbolo del futuro, ese día, la humanidad observó cómo las torres gemelas del World Trade Center se desplomaron sobre sí mismas y sobre Nueva York como nada se había desplomado antes sobre la Tierra, era el anuncio de los días por venir. La prefiguración de las metástasis, degeneraciones y horrores del siglo XXI, pero también una especie o suerte de epítome de los horrores del siglo XX cuyo máximo y perfecto engendro es el 11 de septiembre.
El 11 de septiembre, para decirlo con palabras de Dante en la Comedia, abrió las puertas del infierno. Recordad la inscripción en el dintel de la puerta: “Por mí se va hasta la ciudad doliente,/ por mí se va al eterno sufrimiento,/ por mí se va a la gente condenada…”, el texto no es más que la prefiguración y anuncia utópico o diatópico del futuro humano.
De las cenizas del 11 de septiembre está emergiendo una cultura nueva: la Transmodernidad.